Y llega un momento en que te das cuenta: no es que él no haya vuelto… es que tú sigues esperando en el mismo andén de una estación vacía.
Los trenes pasan, las puertas se abren, la vida sigue moviéndose a tu alrededor.
Pero tú sigues ahí, como si él fuera el único tren que alguna vez podrá llevarte a donde quieres ir.
Hasta que un día levantas la mirada y te das cuenta de algo importante:
El cierre que buscas no está en que él vuelva.
El cierre sucede cuando decides salir de la estación y empezar a caminar en otra dirección.
Cuando dejas de mirar el reloj esperando que vuelva y, en su lugar, empiezas a caminar en una dirección que realmente sea tuya.